La intelectualidad ñangara en su esfuerzo des-informativo sistemáticamente se dedica a calificar como fallos “del mercado” las consecuencias de las intervenciones estatales que a su vez promueve contra el libre mercado.
Hoy nos hablan de una crisis del “libre mercado” y del “capitalismo” como si las instituciones y políticas que han fallado notoriamente no fueran todas, sin excepción, producto del intervencionismo estatal sobre un mercado cada vez menos libre. Es lógico que estén descorchando champaña cuando el gobierno federal saliente en EE.UU. lanza un plan de destrucción económica sólo equiparable al “New Deal” de Roosevelt.
Ellos saben perfectamente que Bush es cualquier cosa menos un defensor del libre mercado, por eso les resultaba tan conveniente mentir calificándolo de tal. Hoy les sale más rentable que nunca esa mentira. Del mismo modo que saben perfectamente que el New Deal fue la causa, no la solución, de la gran depresión que extendió por más de una década una crisis de 1929 que ha podido solventarse en pocos años, pero nada les ha resultado tan rentable como la mentira mil veces repetida en ese punto. Tanto que a decir verdad, algunos de los que la repiten, han terminado por creerla.
En occidente, las crisis cíclicas de expansión y contracción se pueden rastrear al menos hasta el siglo XV y XVI y están relacionadas con el entonces incipiente sistema bancario de reserva fraccionaria que hace del sistema financiero un peligroso castillo de naipes, así como con el incremento de circulante por el descubrimiento de nuevas minas de oro y plata… sólo que aquellas crisis se solventaban con rapidez al liquidarse malas inversiones por quiebras, y reorientaciones del capital; un nuevo tipo de crisis surgiría sólo en el siglo XX, por efecto de las nuevas y mayores intervenciones del Estado en el mercado.
El nuevo tipo de crisis empieza, para el caso de los EE.UU. que nos ocupa, el 23 de diciembre de 1913 con la Ley de Reserva Federal que creo el modelo definitivo del banco central en la historia de los EEUU. La historia de la Reserva será de inflación para financiar el creciente gasto gubernamental. Bajo la admnistración de Woodrow Wilson se empleara la expansión monetaria para financiar la Primera Guerra Mundial. Benjamin Strong, presidente de la Reserva Federal de Nueva York, entre 1914 y 1928 propugnaría inflar la oferta monetaria durante los ´20 para ayudar a Gran Bretaña, lo que generó las condiciones crediticias para una burbuja especulativa de proporciones nunca antes vistas que estallaría en 1929.
Dicha crisis sería enfrentada con una madeja de intervencionismo económico creciente por la administración de Herbert Hoover –un personaje muy parecido en la mitología intelectual ñangara (y en la realidad económica) al Bush de Hoy– entre 1929 y 1932 con lo que se entorpecieron los mecanismos de mercado para liquidar las inversiones fallidas y retomar el crecimiento. Al alargarse la recesión por la política de Hoover, se dieron las condiciones para la elección de Roosevelt, que las llevaría hasta sus últimas consecuencias, acercando a los EE.UU. a un sistema de economía centralmente planificada manejada por monopolios de empresas estatales más de lo que nuca estaría en su historia… hasta ahora.
Los paralelismos son notables, pues con la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929, una gran parte de activos de los bancos quedaron igual que hoy con un valor muy inferior al del crédito que respaldan. La causa de principios del siglo pasado fue la liquidación de los préstamos a corredores para adquirir acciones a precios inflados (con las propias acciones infladas como respaldo) y el detonante poco mencionado la quiebra del CreditAnstalt austriaco, que dejó sin valor los créditos de los bancos estadounidenses contra la economía alemana. Hoy la causa se encuentra en la liquidación de los préstamos para adquirir inmuebles con valores artificialmente elevados. En los 30 los políticos que deseaban intervenir con política evidentemente absurdas contaron con el prestigio intelectual de John Maynard Keynes para servir de base ante un público ignorante, hoy se han repetido esas políticas tantas veces y a lo largo de tantos años que ya casi nadie parece notar que son la causa y no la solución del problema.
Y entre lo que de alguna forma las objeta, destaca por su influencia la Escuela de Chicago. Lo que ha sido casi tan malo como el propio Keynesianismo, pues aunque de Friedman quedara en Chicago la convicción de la superioridad del libre mercado, su comprensión del problema monetario puede terminar por coincidir con lo peor de las recetas Keynesianas a la hora de justificar lo que ahora se intenta. Friedman creía que el fallo de la Reserva Federal ante la crisis de 1929 fue no proporcionar la liquidez adicional para evitar las quiebras. Estaba equivocado, de hecho fue la liquidez incrementada por la Reserva desde 1913 la que permitió a los bancos conceder créditos respaldados por activos basura para comprar más activos basura, y eso, entonces como hoy, sólo se soluciona liquidando las perdidas, no financiándolas con más liquidez incrementada para evitarlas o estatizarlas al costo de más impuestos, recesión presente e inflación futura.
Pero el actual presidente de la Reserva Ben Bernanke esta evidentemente convencido de lo mismo que Friedman, que la solución a la crisis es más liquidez para evitar quiebras. La causa real del problema propuesta como la solución es en lo que terminan por coincidir extrañamente Friedman, Keynes, Bush, Roosevelt y Bernanke, cada cual en diferentes circunstancias y por diferentes razones. La cosa es que eso ya se hizo, y la verdad, no solucionó el problema sino que lo extendió y agravó difiriendo la recuperación por muchos años. Además, la última vez que eso se hizo, el gobierno federal de los EE.UU. creó la mayoría de las empresas patrocinadas y agencias de regulación cuyos fallos –no los del mercado– crearon y están agravando esta crisis.
¿Fallos del libre mercado o del intervencionismo? Para muestra vasta un botón: Franklin D. Roosevelt al prohibir la propiedad privada del oro e implementar el New Deal, entre otras muchas empresas estatales fundó en 1938 una agencia federal llamada Federal National Mortgage Association (FNMA) a la que se suele llamar Fannie Mae con el objeto de transformar el mercado secundario de hipotecas de los EE.UU. en un monopolio del gobierno federal y usarlo para incrementar la liquidez abaratando el crédito hipotecario. La empresa fue trasformada en corporación privada en 1968, aunque siguió siendo una empresa patrocinada por el gobierno federal, que ya en 1970 introdujo en el juego la Federal Home Loan Mortgage Corporation (FHLMC) Freddie Mac, otra empresa patrocina por el gobierno federal para “expandir el mercado secundario de hipotecas” lo que significa inyectar liquidez y abaratar el crédito hipotecario.
Las gubernamentalmente patrocinas Fannie y Freddy se dedicaron a comprar, empaquetar y vender al sistema financiero infinidad de hipotecas a valores inflados y otorgadas a personas incapaces de pagarlas, con lo que estalla la crisis hipotecaria que pone en tela de juicio gran cantidad de activos bancarios –respaldados por dichas hipotecas– el castillo de naipes se derrumba dejando a la vista la amenaza del valor de los activos –que no se limita a las hipotecas– cuando queda en evidencia como las empresas calificadoras de riesgo han calificado de buenos riesgos activos basura… ¿sólo las hipotecas o algunos otros? La pregunta es tan lógica y obvia como aterradora porque desconocemos la magnitud de la respuesta.
El problema de la calidad de los activos sobre los que se otorgan los créditos, que es el reverso de la calidad de las inversiones para las cuales se otorgan, son cosas que suele quedar fuera de las ecuaciones de los economistas matemáticos. Quizás sea por eso que en la antípodas teóricas monetaristas y keynesianos lo pasan por alto casi igual, pero el caso es que es si la inyección de liquidez excedentaria es la bomba de tiempo, en el mercado en se concentre el problema “subprime” es dónde empezará a su tiempo la explosión. Y en esta oportunidad la espoleta de la bomba financiera la montó diligentemente la administración Clinton en el mercado de hipotecas. En 1999 sólo había que leer la prensa, incluso la prensa más afín al partido de Clinton, para entender que a la bomba inflacionaria que se había montado desde Roosvelt, y se había agrandado “corriendo la arruga” de salir de cada crisis con inyecciones de nueva liquidez y una deuda creciente, finalmente le habían puesto la espoleta de tiempo que la detonaría una década después: "…ayudar a que las minorías y la población de menores ingresos se hagan de una casa, Fannie Mae Corporation planea reducir los requerimientos crediticios que le pide a la banca al momento de comprarle su cartera hipotecaria". (…)
"busca incentivar a los bancos a que concedan préstamos hipotecarios a personas a las que su historial crediticio no les permite obtener préstamos convencionales". (…) "el suscriptor de préstamos hipotecarios más grande del país, se encuentra presionado en gran forma, por un lado, por la Administración Clinton, que insiste en que aumente su cartera de colocaciones hipotecarias entre los grupos de menores ingresos." (…)
"…los bancos, las instituciones de ahorro y crédito y las compañías de préstamos hipotecarios también presionan a Fannie Mae para que los ayude a otorgar cada vez mayores préstamos a personas de alto riesgo crediticio ("subprime borrowers"). Los ingresos, el historial de crédito y los niveles de ahorro de estos deudores les impiden acceder a préstamos hipotecarios convencionales…” (…)
"Fannie Mae ha logrado que millones de hogares accedan a la casa propia al reducir los requerimientos del depósito inicial’, afirma su presidente, Franklin D. Raines." (…) "
Este nuevo segmento crediticio [los clientes ‘subprime’] lleva a Fannie Mae a que asuma un progresivo riesgo, el cual no presenta problemas en épocas de crecimiento económico.
Sin embargo, podría encontrarse en graves apuros cuando los vientos cambien, obligando al gobierno a emprender un rescate financiero, como el de los bancos de ahorro y préstamos en los noventa".
[1] El secretario de vivienda y desarrollo urbano de Clinton, Andrew Cuomo, ordenó investigar a Fannie Mae por discriminación racial y propuso que el 50 % del portafolio de Fannie Mae's y Freddie Mac's fuera de hipotecas otorgadas a personas de ingresos medios y bajos preferentemente de minorías en el año 2001.
Al iniciarse la administración Bush el economista jefe de la Casa Blanca N. Gregory Mankiw, advirtió que el subsidio federal implícito a Fannie Mae y Freddie Mac, combinado con la creciente cantidad de préstamos a personas no calificadas que favorecía representaban un enorme riesgo para la totalidad de sistema financiero. Es bueno recordar que desde 1992 la mayoría demócrata del Congreso había presionado a Fannie Mae y Freddie Mac hacia la compra de hipotecas “subprime” para comprender porque aquellas declaraciones fueron “denunciadas” por diputados demócratas como un asalto republicano contra los viviendas de los pobres”.
La sorpresa política fue que la administración Bush decidió en realidad mantener intacto el populismo hipotecario de Clinton hasta sus últimas consecuencias. Suponiendo que le saldría tan bien como a Clinton el que aquellas no llegaran durante su administración sino en alguna siguiente, pero no fue así. El 7 de septiembre del 2008 la FNMA fue completamente re-estatizada junto con la FHLMC. Lo que coloca al gobierno federal de EE.UU. en el 2008 aproximadamente en la misma situación de 1938 en el mercado secundario de hipotecas, y según lo que declaran sus voceros, con el mismo objetivo de ampliar la liquidez para el mercado a través del gasto federal en la compra de hipotecas (entre tanto, las hipotecas infladas que sirvieron de combustible al incendio financiero serán compradas –muy por encima de su valor actual de mercado para salvar a quienes mal invirtieron en ellas– por el gobierno federal mediante otras nuevas o viejas agencias, con toda la discrecionalidad, corrupción que semejante operación implica) Si parece que “la serpiente se muerde la cola” es porque la serpiente en efecto se la muerde.
Claro que ahora la serpiente estatista se traga también bancos de inversión quebrados como Lemman Brothers y aseguradoras como AIG… y me temo que esto apenas empieza. Para inyectar liquidez se debe, entre otras cosas, bajar la tasa de interés. Y para salvar a los bancos en los ’30 se recurrió a la especulación con bonos del gobierno que sirvieron para cambiar los activos depreciados por algo que debía subir de precio –y mucho– al bajar la tasa de interés e inyectarse más liquidez al sistema, sólo que en aquellos tiempos de patrón oro la gente aún podía recurrir al metal dorado para protegerse y con tales atesoramientos subía nuevamente la tasa de interés, por lo que La administración Roosevelt simplemente confiscó el oro de sus ciudadanos y penalizó la tenencia con diez años de cárcel, lo que garantizó una especulación en el mercado de los bonos gubernamentales diez veces mayor que la de la bolsa antes de 1929 y permitió así la recapitalización artificiosa de los previamente muy mal manejados bancos.
Hoy ya no hay patrón oro, lo empezó a eliminar Roosevelt y completó el trabajo Nixon; y el dólar tiene signos de estar declinando como principal divisa internacional tal como declinaba la libra en las primeras décadas del siglo pasado. Y lo que al final se propone la administración Bush es cambiar los activos financieros de valor inferior a los prestamos que deberían garantizar, por deuda gubernamental que facialmente lo garantice plenamente en las carteras de los bancos. Las políticas que crearon y agravaron la crisis de 1929 y la del 2008 se parecen asombrosamente, no es de extrañar que se parezcan pues las dos crisis, ni que lo que pase en adelante sea también muy parecido a lo que pasó entonces.
Al final el gran problema es que salvar de la quiebra con el dinero del gobierno –que no lo olvidemos, es el que sale de los bolsillos de la población a la fuerza, por medio de impuestos, inflación o las dos cosas– no es otra cosa que premiar el manejo financiero irresponsable de unos poco –protegiendo sus ganancias– a costa del valor de los ahorros y del trabajo futuro de todos. Eso fue lo que produjo una recesión prolongada en los años ´30 y eso es lo que puede producir otra ahora. Obviamente es difícil para los políticos aceptar que la solución sea “no hacer nada” y permitir que quiebren bancos y empresas que manejaron mal su negocio, llevándose con ellos algunos ahorros e inversiones de la parte del público que cometió el error de invertirlos en aquellos y dejando sin empleo temporalmente algunas personas.
Y tienen un único punto a su favor, el riesgo de que bancos e instituciones financieras cuyos préstamos e inversiones estén razonablemente respaldados –no por activos basura sino sólidos– colapsen en una crisis de confianza en un sistema de reserva fraccionaria es real. Pero eso no es razón para que los responsables de la crisis –políticos, burócratas, financistas e inversionistas– sean salvados de los resultados de sus malos manejos con cargo a los bolsillos de quienes manejaron más prudentemente sus finanzas, y que en tal proceso crezca y se fortalezca el modelo de gobierno multipropósito desmesurado a cargo de mafias mercantilistas burocráticas y políticas que fueron y serán las causantes –y al mismo tiempo las beneficiarias– de muchas pequeñas y alguna otra gran crisis, antes ahora y en el futuro.
Aunque al final eso es lo que pasó en la gran crisis del siglo pasado, y lo que está pasando en ésta.
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Hoy nos hablan de una crisis del “libre mercado” y del “capitalismo” como si las instituciones y políticas que han fallado notoriamente no fueran todas, sin excepción, producto del intervencionismo estatal sobre un mercado cada vez menos libre. Es lógico que estén descorchando champaña cuando el gobierno federal saliente en EE.UU. lanza un plan de destrucción económica sólo equiparable al “New Deal” de Roosevelt.
Ellos saben perfectamente que Bush es cualquier cosa menos un defensor del libre mercado, por eso les resultaba tan conveniente mentir calificándolo de tal. Hoy les sale más rentable que nunca esa mentira. Del mismo modo que saben perfectamente que el New Deal fue la causa, no la solución, de la gran depresión que extendió por más de una década una crisis de 1929 que ha podido solventarse en pocos años, pero nada les ha resultado tan rentable como la mentira mil veces repetida en ese punto. Tanto que a decir verdad, algunos de los que la repiten, han terminado por creerla.
En occidente, las crisis cíclicas de expansión y contracción se pueden rastrear al menos hasta el siglo XV y XVI y están relacionadas con el entonces incipiente sistema bancario de reserva fraccionaria que hace del sistema financiero un peligroso castillo de naipes, así como con el incremento de circulante por el descubrimiento de nuevas minas de oro y plata… sólo que aquellas crisis se solventaban con rapidez al liquidarse malas inversiones por quiebras, y reorientaciones del capital; un nuevo tipo de crisis surgiría sólo en el siglo XX, por efecto de las nuevas y mayores intervenciones del Estado en el mercado.
El nuevo tipo de crisis empieza, para el caso de los EE.UU. que nos ocupa, el 23 de diciembre de 1913 con la Ley de Reserva Federal que creo el modelo definitivo del banco central en la historia de los EEUU. La historia de la Reserva será de inflación para financiar el creciente gasto gubernamental. Bajo la admnistración de Woodrow Wilson se empleara la expansión monetaria para financiar la Primera Guerra Mundial. Benjamin Strong, presidente de la Reserva Federal de Nueva York, entre 1914 y 1928 propugnaría inflar la oferta monetaria durante los ´20 para ayudar a Gran Bretaña, lo que generó las condiciones crediticias para una burbuja especulativa de proporciones nunca antes vistas que estallaría en 1929.
Dicha crisis sería enfrentada con una madeja de intervencionismo económico creciente por la administración de Herbert Hoover –un personaje muy parecido en la mitología intelectual ñangara (y en la realidad económica) al Bush de Hoy– entre 1929 y 1932 con lo que se entorpecieron los mecanismos de mercado para liquidar las inversiones fallidas y retomar el crecimiento. Al alargarse la recesión por la política de Hoover, se dieron las condiciones para la elección de Roosevelt, que las llevaría hasta sus últimas consecuencias, acercando a los EE.UU. a un sistema de economía centralmente planificada manejada por monopolios de empresas estatales más de lo que nuca estaría en su historia… hasta ahora.
Los paralelismos son notables, pues con la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929, una gran parte de activos de los bancos quedaron igual que hoy con un valor muy inferior al del crédito que respaldan. La causa de principios del siglo pasado fue la liquidación de los préstamos a corredores para adquirir acciones a precios inflados (con las propias acciones infladas como respaldo) y el detonante poco mencionado la quiebra del CreditAnstalt austriaco, que dejó sin valor los créditos de los bancos estadounidenses contra la economía alemana. Hoy la causa se encuentra en la liquidación de los préstamos para adquirir inmuebles con valores artificialmente elevados. En los 30 los políticos que deseaban intervenir con política evidentemente absurdas contaron con el prestigio intelectual de John Maynard Keynes para servir de base ante un público ignorante, hoy se han repetido esas políticas tantas veces y a lo largo de tantos años que ya casi nadie parece notar que son la causa y no la solución del problema.
Y entre lo que de alguna forma las objeta, destaca por su influencia la Escuela de Chicago. Lo que ha sido casi tan malo como el propio Keynesianismo, pues aunque de Friedman quedara en Chicago la convicción de la superioridad del libre mercado, su comprensión del problema monetario puede terminar por coincidir con lo peor de las recetas Keynesianas a la hora de justificar lo que ahora se intenta. Friedman creía que el fallo de la Reserva Federal ante la crisis de 1929 fue no proporcionar la liquidez adicional para evitar las quiebras. Estaba equivocado, de hecho fue la liquidez incrementada por la Reserva desde 1913 la que permitió a los bancos conceder créditos respaldados por activos basura para comprar más activos basura, y eso, entonces como hoy, sólo se soluciona liquidando las perdidas, no financiándolas con más liquidez incrementada para evitarlas o estatizarlas al costo de más impuestos, recesión presente e inflación futura.
Pero el actual presidente de la Reserva Ben Bernanke esta evidentemente convencido de lo mismo que Friedman, que la solución a la crisis es más liquidez para evitar quiebras. La causa real del problema propuesta como la solución es en lo que terminan por coincidir extrañamente Friedman, Keynes, Bush, Roosevelt y Bernanke, cada cual en diferentes circunstancias y por diferentes razones. La cosa es que eso ya se hizo, y la verdad, no solucionó el problema sino que lo extendió y agravó difiriendo la recuperación por muchos años. Además, la última vez que eso se hizo, el gobierno federal de los EE.UU. creó la mayoría de las empresas patrocinadas y agencias de regulación cuyos fallos –no los del mercado– crearon y están agravando esta crisis.
¿Fallos del libre mercado o del intervencionismo? Para muestra vasta un botón: Franklin D. Roosevelt al prohibir la propiedad privada del oro e implementar el New Deal, entre otras muchas empresas estatales fundó en 1938 una agencia federal llamada Federal National Mortgage Association (FNMA) a la que se suele llamar Fannie Mae con el objeto de transformar el mercado secundario de hipotecas de los EE.UU. en un monopolio del gobierno federal y usarlo para incrementar la liquidez abaratando el crédito hipotecario. La empresa fue trasformada en corporación privada en 1968, aunque siguió siendo una empresa patrocinada por el gobierno federal, que ya en 1970 introdujo en el juego la Federal Home Loan Mortgage Corporation (FHLMC) Freddie Mac, otra empresa patrocina por el gobierno federal para “expandir el mercado secundario de hipotecas” lo que significa inyectar liquidez y abaratar el crédito hipotecario.
Las gubernamentalmente patrocinas Fannie y Freddy se dedicaron a comprar, empaquetar y vender al sistema financiero infinidad de hipotecas a valores inflados y otorgadas a personas incapaces de pagarlas, con lo que estalla la crisis hipotecaria que pone en tela de juicio gran cantidad de activos bancarios –respaldados por dichas hipotecas– el castillo de naipes se derrumba dejando a la vista la amenaza del valor de los activos –que no se limita a las hipotecas– cuando queda en evidencia como las empresas calificadoras de riesgo han calificado de buenos riesgos activos basura… ¿sólo las hipotecas o algunos otros? La pregunta es tan lógica y obvia como aterradora porque desconocemos la magnitud de la respuesta.
El problema de la calidad de los activos sobre los que se otorgan los créditos, que es el reverso de la calidad de las inversiones para las cuales se otorgan, son cosas que suele quedar fuera de las ecuaciones de los economistas matemáticos. Quizás sea por eso que en la antípodas teóricas monetaristas y keynesianos lo pasan por alto casi igual, pero el caso es que es si la inyección de liquidez excedentaria es la bomba de tiempo, en el mercado en se concentre el problema “subprime” es dónde empezará a su tiempo la explosión. Y en esta oportunidad la espoleta de la bomba financiera la montó diligentemente la administración Clinton en el mercado de hipotecas. En 1999 sólo había que leer la prensa, incluso la prensa más afín al partido de Clinton, para entender que a la bomba inflacionaria que se había montado desde Roosvelt, y se había agrandado “corriendo la arruga” de salir de cada crisis con inyecciones de nueva liquidez y una deuda creciente, finalmente le habían puesto la espoleta de tiempo que la detonaría una década después: "…ayudar a que las minorías y la población de menores ingresos se hagan de una casa, Fannie Mae Corporation planea reducir los requerimientos crediticios que le pide a la banca al momento de comprarle su cartera hipotecaria". (…)
"busca incentivar a los bancos a que concedan préstamos hipotecarios a personas a las que su historial crediticio no les permite obtener préstamos convencionales". (…) "el suscriptor de préstamos hipotecarios más grande del país, se encuentra presionado en gran forma, por un lado, por la Administración Clinton, que insiste en que aumente su cartera de colocaciones hipotecarias entre los grupos de menores ingresos." (…)
"…los bancos, las instituciones de ahorro y crédito y las compañías de préstamos hipotecarios también presionan a Fannie Mae para que los ayude a otorgar cada vez mayores préstamos a personas de alto riesgo crediticio ("subprime borrowers"). Los ingresos, el historial de crédito y los niveles de ahorro de estos deudores les impiden acceder a préstamos hipotecarios convencionales…” (…)
"Fannie Mae ha logrado que millones de hogares accedan a la casa propia al reducir los requerimientos del depósito inicial’, afirma su presidente, Franklin D. Raines." (…) "
Este nuevo segmento crediticio [los clientes ‘subprime’] lleva a Fannie Mae a que asuma un progresivo riesgo, el cual no presenta problemas en épocas de crecimiento económico.
Sin embargo, podría encontrarse en graves apuros cuando los vientos cambien, obligando al gobierno a emprender un rescate financiero, como el de los bancos de ahorro y préstamos en los noventa".
[1] El secretario de vivienda y desarrollo urbano de Clinton, Andrew Cuomo, ordenó investigar a Fannie Mae por discriminación racial y propuso que el 50 % del portafolio de Fannie Mae's y Freddie Mac's fuera de hipotecas otorgadas a personas de ingresos medios y bajos preferentemente de minorías en el año 2001.
Al iniciarse la administración Bush el economista jefe de la Casa Blanca N. Gregory Mankiw, advirtió que el subsidio federal implícito a Fannie Mae y Freddie Mac, combinado con la creciente cantidad de préstamos a personas no calificadas que favorecía representaban un enorme riesgo para la totalidad de sistema financiero. Es bueno recordar que desde 1992 la mayoría demócrata del Congreso había presionado a Fannie Mae y Freddie Mac hacia la compra de hipotecas “subprime” para comprender porque aquellas declaraciones fueron “denunciadas” por diputados demócratas como un asalto republicano contra los viviendas de los pobres”.
La sorpresa política fue que la administración Bush decidió en realidad mantener intacto el populismo hipotecario de Clinton hasta sus últimas consecuencias. Suponiendo que le saldría tan bien como a Clinton el que aquellas no llegaran durante su administración sino en alguna siguiente, pero no fue así. El 7 de septiembre del 2008 la FNMA fue completamente re-estatizada junto con la FHLMC. Lo que coloca al gobierno federal de EE.UU. en el 2008 aproximadamente en la misma situación de 1938 en el mercado secundario de hipotecas, y según lo que declaran sus voceros, con el mismo objetivo de ampliar la liquidez para el mercado a través del gasto federal en la compra de hipotecas (entre tanto, las hipotecas infladas que sirvieron de combustible al incendio financiero serán compradas –muy por encima de su valor actual de mercado para salvar a quienes mal invirtieron en ellas– por el gobierno federal mediante otras nuevas o viejas agencias, con toda la discrecionalidad, corrupción que semejante operación implica) Si parece que “la serpiente se muerde la cola” es porque la serpiente en efecto se la muerde.
Claro que ahora la serpiente estatista se traga también bancos de inversión quebrados como Lemman Brothers y aseguradoras como AIG… y me temo que esto apenas empieza. Para inyectar liquidez se debe, entre otras cosas, bajar la tasa de interés. Y para salvar a los bancos en los ’30 se recurrió a la especulación con bonos del gobierno que sirvieron para cambiar los activos depreciados por algo que debía subir de precio –y mucho– al bajar la tasa de interés e inyectarse más liquidez al sistema, sólo que en aquellos tiempos de patrón oro la gente aún podía recurrir al metal dorado para protegerse y con tales atesoramientos subía nuevamente la tasa de interés, por lo que La administración Roosevelt simplemente confiscó el oro de sus ciudadanos y penalizó la tenencia con diez años de cárcel, lo que garantizó una especulación en el mercado de los bonos gubernamentales diez veces mayor que la de la bolsa antes de 1929 y permitió así la recapitalización artificiosa de los previamente muy mal manejados bancos.
Hoy ya no hay patrón oro, lo empezó a eliminar Roosevelt y completó el trabajo Nixon; y el dólar tiene signos de estar declinando como principal divisa internacional tal como declinaba la libra en las primeras décadas del siglo pasado. Y lo que al final se propone la administración Bush es cambiar los activos financieros de valor inferior a los prestamos que deberían garantizar, por deuda gubernamental que facialmente lo garantice plenamente en las carteras de los bancos. Las políticas que crearon y agravaron la crisis de 1929 y la del 2008 se parecen asombrosamente, no es de extrañar que se parezcan pues las dos crisis, ni que lo que pase en adelante sea también muy parecido a lo que pasó entonces.
Al final el gran problema es que salvar de la quiebra con el dinero del gobierno –que no lo olvidemos, es el que sale de los bolsillos de la población a la fuerza, por medio de impuestos, inflación o las dos cosas– no es otra cosa que premiar el manejo financiero irresponsable de unos poco –protegiendo sus ganancias– a costa del valor de los ahorros y del trabajo futuro de todos. Eso fue lo que produjo una recesión prolongada en los años ´30 y eso es lo que puede producir otra ahora. Obviamente es difícil para los políticos aceptar que la solución sea “no hacer nada” y permitir que quiebren bancos y empresas que manejaron mal su negocio, llevándose con ellos algunos ahorros e inversiones de la parte del público que cometió el error de invertirlos en aquellos y dejando sin empleo temporalmente algunas personas.
Y tienen un único punto a su favor, el riesgo de que bancos e instituciones financieras cuyos préstamos e inversiones estén razonablemente respaldados –no por activos basura sino sólidos– colapsen en una crisis de confianza en un sistema de reserva fraccionaria es real. Pero eso no es razón para que los responsables de la crisis –políticos, burócratas, financistas e inversionistas– sean salvados de los resultados de sus malos manejos con cargo a los bolsillos de quienes manejaron más prudentemente sus finanzas, y que en tal proceso crezca y se fortalezca el modelo de gobierno multipropósito desmesurado a cargo de mafias mercantilistas burocráticas y políticas que fueron y serán las causantes –y al mismo tiempo las beneficiarias– de muchas pequeñas y alguna otra gran crisis, antes ahora y en el futuro.
Aunque al final eso es lo que pasó en la gran crisis del siglo pasado, y lo que está pasando en ésta.
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